Si queremos nacer espiritualmente y al intentarlo, hacemos muchas acciones preparatorias, entonces, al final recibiremos la revelación del egoísmo, del mal, de la oscuridad: se revela la serpiente en nosotros. Es imposible hacer un traspaso tranquilo y ligero hacia el nuevo nivel.
El nacimiento en el mundo material también es un acto crítico y difícil. Porque esto significa morir en el nivel anterior y, sólo después de esto, nacer en el nuevo mundo.
Precisamente, la serpiente, que te añade un deseo egoísta, te ayuda a hacer esta ruptura hacia la nueva vida. La fuerza del bien y la fuerza del mal trabajan juntas.
Escuchen como está escrito: “Yo he creado la inclinación al mal y la Torá como su condimento (es decir, el medio para su corrección)”. La Torá es sólo el “condimento”, pero lo importante es el deseo, es decir, todo el material de la creación.
Cuando salimos de Egipto y alcanzamos el Mar Rojo (“Mar Final” en hebreo), entonces debemos lanzarnos al agua y, sólo después, el mar se abrirá. Justamente, éste es el acto del nacimiento. ¿Cómo podemos hacer esto? Por eso, se revela el mal que te persigue y con esto te fuerza a nacer. Saltas al mar, como uno salta desde el piso veinte de una casa en llamas.
La persona sólo sabe una cosa: debe huir del fuego, en esto está su salvación. Él sólo piensa en la liberación del mal, y después, qué pase lo que sea; ¡de este modo nacemos!
Por eso, hay que respetar el egoísmo, ya que realiza una labor importante e insustituible. Sin él, no podríamos lograr el objetivo/la meta superior. Por eso, se llama “la ayuda contra ti mismo”
(Extracto de la lección sobre El libro del Zohar, correspondiente al 11 de febrero 2010)
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