LEY DEL DESARROLLO GRADUAL

LEY DEL DESARROLLO GRADUAL

9.5.10

Quien soy yo.

Si el hombre consta de 248 órganos y de un alma que anima el cuerpo, ¿a quién se le ha encargado el trabajado de Dios a cambio de una buena recompensa: al cerebro, al corazón o al alma? O mejor dicho, ¿quién es ese “yo” a quien se le prometió una buena recompensa por los buenos hechos?

Con estas palabras comienza mi finado maestro, el Rabash (Rabi Baruj Ashlag), su análisis respecto a uno de los grandes enigmas de la experiencia humana. He aquí las ideas principales de su artículo con pequeñas adaptaciones para facilitar la lectura.
“Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”, (Génesis). “Crear” significa existencia desde la nada. Es decir que el Creador creó algo nuevo, que no existía antes que Él lo creó y los sabios antepasados explican que esa nueva Creación es llamada “el deseo de recibir placer”. Dicen que se trata de una especie de carencia, de un vacío que quiere ser llenado. Y que antes que se creara, había sólo plenitud, pues, ¿cómo podría faltarle algo al Creador? De ahí que el deseo de recibir es la única innovación en existencia.
La creación del deseo de recibir
La Cabalá nos enseña que la Meta de la Creación es beneficiar a los creados y por lo tanto, era necesario crear un deseo que pudiese recibir toda la abundancia y el placer que el Creador quiso impartir. Esto significa que debía haber una vasija en existencia con las cualidades y la disposición necesaria para recibir dicho placer, ya que es imposible recibir algún placer si no se siente la falta de ello. De lo contrario, sería imposible sentir o experimentar el placer. Sería como prepararle una comida a un amigo que no tiene hambre. ¿Cómo podría disfrutar de la comida si la medida del placer que experimentaría de la comida es directamente proporcional a su deseo de comerla?
Por lo tanto, para que los creados pudiesen disfrutar de los regalos del Creador, Él grabó en ellos (en todos nosotros), una naturaleza que tenga un deseo infinito de recibir placer.
Y este deseo que constituye la naturaleza de todos los seres del mundo es, en realidad, todo lo que el Creador creó. Es decir que cuando se habla del ser humano se refiere únicamente al deseo de recibir. Y es sólo el deseo de recibir placer que al final de su trabajo en este mundo logra recibir todo el deleite que el Creador quiso otorgarle.
¿Quién es el “dueño de la empresa”?
Al deseo de recibir se le dieron órganos para usarlos como medios para recibir placer en forma de las manos, las piernas, la vista, el oído y demás, y todos estos órganos son considerados servidores del hombre.
Es decir, el deseo de recibir se llama el amo y todos los órganos son sus sirvientes. También hay un sirviente distinguido, el encargado de todos los sirvientes quien supervisa y asegura que todos los demás trabajen para el objetivo deseado de traer placer, pues, eso es lo que quiere el amo llamado el “deseo de recibir“.
Y si falta alguno de los sirvientes, también faltará el placer relacionado con el sirviente en cuestión. Por ejemplo, si le falta al hombre el sentido del oído, no podrá disfrutar de una linda melodía, o si le falla el sentido del olfato, no podrá disfrutar de las fragancias, y más grave aún, si le falta el cerebro, el encargado de todos los sirvientes, el “director de la empresa“ quien supervisa a todos los “empleados“, entonces la empresa fallará corriendo el peligro de sufrir grandes pérdidas. Es como un buen empresario que tiene muchos empleados pero no tiene un buen director, o quizá lo tenga, pero éste se encuentra incapacitado. Es decir, aunque exista el dueño no hay quien maneje a sus empleados.
Esto es lo que sucede cuando hay falta de raciocinio (uno de los servidores en nuestro ejemplo). Esto causa desorden en la “empresa“ aunque el dueño (el deseo de recibir placer) permanezca. Sólo le falta razonamiento por lo que es capaz de vender un mayor placer por uno menor. Por ejemplo, si se le antoja un caramelo a un hombre insensato y el dueño de la tienda le dice “te lo vendo por 10 libras esterlinas“, el insensato es capaz de pagarlas, ya que le falta la habilidad de estimar cuánto podría costar el caramelo.
Es más, sin raciocinio, se corre el peligro de causar daños si estos actos dañinos parecen traer algún placer. Por ejemplo, una persona insensata puede disfrutar de actos dañinos porque la esperanza del placer la obliga a realizarlos, pues, le falta la habilidad de evaluar si conviene hacer un gran daño a cambio del pequeño placer que espera recibir.
En conclusión, podemos ver que la esencia del hombre y su fuerza motriz es el deseo de recibir placer. Esto quiere decir que el deseo de recibir antecede incluso a su mente…
Descubriendo el “yo” verdadero
Sin embargo, el deseo de recibir el cual constituye la esencia del hombre es opuesto al Creador, el otorgante. Y para que el hombre pueda recibir la abundancia del Creador y disfrutarla plenamente tiene que ocupar el mismo lugar, o estar en “equivalencia de forma” con Él.
Esto significa que también los hechos del hombre tienen que ser para otorgar, porque de lo contrario, no habrá congruencia entre él y el Creador, y el hombre se sentirá como aquel que recibe un regalo de su amigo: tiene vergüenza de mirarle en la cara y se siente mal cuando recibe de él.
Para remediar la situación y romper este círculo vicioso (el Creador quiere darnos placer pero nosotros no lo podemos recibir), existe un medio que nos permite cambiar nuestra naturaleza innata para que podamos acercarnos al Creador y recibir todos los deleites que Él diseño para nosotros sin que nos sintamos humillados.
Esto ocurre en el grado más alto de la existencia, cuando ya no estamos recibiendo los placeres simplemente para disfrutarlos, sino que los aceptamos para darle el gusto al Creador, porque esa fue la Meta de la Creación: deleitar a Sus creados.
* El Rav Dr. Michael Laitman es máster en ciber„ética, doctor en filosofía y Cabalá, profesor de ontología y teoría del conocimiento. Es fundador y presidente de Bnei Baruj y del Instituto ARI, en Israel.

Más información en www.laitman.es , www.kabbalah.info/es y www.kab.tv/spa

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