
Es sabido que nada se manifiesta bajo su forma verdadera, sino sólo a través de su opuesto “Como la preeminencia de la Luz sobre la oscuridad”. Esto implica que todo apunta hacia otra cosa; y a través de su contrario puede llegar a percibirse la existencia de esa cosa.
Por lo tanto, es imposible alcanzar alguna cosa con plena claridad, si su paralelo está ausente. Por ejemplo: es imposible estimar y decir que algo sea bueno, si falta su contrario que apunta hacia lo malo. Ocurre lo mismo con las nociones de dulce y amargo, amor y odio, hambre y saciedad, sed y conformidad, adhesión y separación. Resulta que es imposible llegar a amar la adhesión antes de haber adquirido la sensación de aborrecimiento hacia la separación.
Para ser recompensados con el grado de aborrecer la separación, uno primero debe saber lo ésta significa; es decir, de qué está separado; y entonces podrá decir que desea solucionar esa separación. En otras palabras, uno debe analizar de qué y de quién se encuentra separado. Después de eso puede tratar de enmendarlo y de conectarse con Aquél de quien se hubo separado. Por ejemplo, si uno entendiera que se beneficiaría de la unión con Él, entonces podría asumir y saber qué es lo que pierde al permanecer separado.
La ganancia y pérdida se miden de acuerdo al placer y al sufrimiento. Uno se guarda de aquello que le causa sufrimiento; lo detesta. La medida de la distancia depende de la medida del sufrimiento, ya que escapar del sufrimiento es una condición de la naturaleza humana. De este modo, uno depende del otro; o sea, se esforzará y ejecutará todo tipo de acciones para guardarse de ello, dependiendo del nivel de sufrimiento que sienta. En otras palabras, los tormentos le producen odio por aquello que se lo inducen, y en ese mismo grado se mantendrá al margen de ello.
De esto se desprende que uno debe saber qué es la equivalencia de forma, para poder saber qué es lo que debe hacer para lograr la adhesión que llamamos “la equivalencia de forma”. Así llegará a saber qué significan la disparidad de forma y la separación.
Es sabido, a través de los libros y de los autores, que el Creador es benevolente. Esto quiere decir que Su guía se manifiesta a “los de abajo” como Bondad; y esto es lo que debemos creer.
Por lo tanto, cuando uno analiza el comportamiento del mundo, comienza a examinarse a sí mismo y a los demás, y a ver cómo sufren bajo la (Divina) Providencia en lugar de deleitarse, como correspondería a Su Nombre, Benevolente. Entonces le resulta difícil decir que la (Divina) Providencia es benevolente y que imparte abundancia
No obstante, debemos entender que en ese estado, cuando no pueden declarar que el Creador imparte sólo el Bien, son considerados malvados, porque el sufrimiento los lleva a condenar a su Hacedor. Sólo cuando descubren que el Creador les imparte placer, pueden justificarLo. Así lo insinuaron nuestros sabios al decir “¿Quién es Tzadik (heb: hombre recto)? Aquél que justifica a su Hacedor”; o sea, aquél que declara que el Creador guía al mundo de una forma justa.
De este modo, cuando uno sufre se aleja del Creador, debido a que ciertamente comienza a detestar a Aquél que le provoca todos sus tormentos. En consecuencia, allí donde uno debería haber amado al Creador, ahora existe lo contrario, pues ha comenzado a odiar al Creador.
En concordancia con esto, ¿qué es lo que uno debe hacer para llegar a amar al Creador? Para lograr esto, nos fue concedido el remedio de observar la Torá y las Mitzvot para atraer la Luz que nos reforma. Allí hay Luz, que permite a uno percibir la severidad del estado de separación. Y de a poco, a medida que va recibiendo la Luz de la Torá, va naciendo dentro de él un aborrecimiento por el estado de separación. Comienza a sentir la razón que le lleva a él y a su alma a estar separados y lejos del Creador.
Así, uno debe creer que Su guía y dirección es benevolente; pero a causa de que uno se encuentra inmerso en el amor propio, esto provoca su disparidad de forma, porque existe una correlación entre el deseo de otorgar y la equivalencia de forma. Solamente de este modo podemos recibir deleite y placer. La incapacidad de recibir este deleite y placer que el Creador desea otorgar, evoca en el receptor un rechazo por la situación de separación; y así uno logra discernir el gran beneficio propio de la equivalencia de forma (con Él), y comienza a aspirar alcanzar la adhesión.
En consecuencia, cada forma apunta a otra forma. Así, todos los descensos a través de los cuales uno siente que se ha separado (de Él), son una oportunidad para discernir entre algo y su opuesto. En otras palabras, uno debe aprender los beneficios de los ascensos y de los descensos. De lo contrario, no podrá apreciar la importancia de ser “acercado desde Arriba” y de los ascensos que le sean concedidos. No podrá obtener la noción de importancia que podría extraer, como cuando uno recibe comida sin haber sentido hambre.
Resulta que lo descensos, que representan los tiempos de separación, producen la sensación de la importancia de la adhesión que se alcanza durante los ascensos; mientras que los ascensos le llevan a detestar los descensos que le causan los estados de separación. Dicho de otro modo, no puede determinar cuan malos son los descensos cuando él mismo calumnia a la (Divina) Providencia; y ni siquiera percibe a quien está calumniando, para llegar a comprender que debe arrepentirse de tal pecado. Esto se llama “calumniar al Creador”.
Así, podemos comprender que precisamente cuando uno adquiere ambas formas, consigue discernir la distancia entre una y la otra “Como la preeminencia de la Luz sobre la oscuridad”. Solamente entonces puede uno entender y considerar lo referente a la adhesión, a través de la cual se logran el deleite y el placer del Pensamiento de la Creación, que vienen a ser “Su deseo de hacer el Bien a Sus creaciones”. Todo lo que aparece ante nuestros ojos no es más que aquello que el Creador desea que alcancemos de determinada manera, ya que representa los caminos por medio de los cuales alcanzar la Meta Final.
No obstante, no es tan simple lograr la adhesión con el Creador. Requiere gran esfuerzo y trabajo alcanzar la sensación de placer y de deleite. Antes de eso uno debe justificar a la (Divina) Providencia, creer “por encima de la razón” que el Creador es benevolente con las creaturas, y decir “Tienen ojos pero no ven”.
Nuestros sabios han dicho: “Jabakuk vino y los atribuyó a uno”, tal como está escrito: “El Tzadik vivirá por su fe”. Esto significa que uno no necesita enfocarse en los detalles, sino que debe concentrar su trabajo entero en un solo punto, una regla, que es “la fe en el Creador”. Por esto mismo debe rezar él; es decir, para que el Creador le ayude a ser capaz de avanzar a modo de “fe por encima de la razón”. Hay un gran poder implícito en la fe: a través de ella uno llega a aborrecer el estado de separación. Por eso, la fe indirectamente le lleva a detestar este estado.
Podemos ver que existe una gran diferencia entre estos tres conceptos: fe, ver y conocer. Respecto de algo que puede ser visto y conocido, si la mente determina de una vez que eso es bueno, esa decisión basta. En otras palabras, la ejecuta de la forma en que lo había decidido. Esto se debe a que la mente le acompaña en cada acción para no romper con lo que ésta ha determinado; y le permite entender en un cien por ciento la razón por la cual ha tomado esa decisión.
Sin embargo, la fe es una cuestión de acuerdo potencial. En otras palabras, ésta supera a la mente y afirma que ciertamente vale la pena trabajar de la manera en que ella necesita trabajar: “por encima de la razón”. Por lo tanto, la “fe por encima de la razón” es útil sólo durante la acción, cuando uno cree. Solamente entonces se encuentra dispuesto a esforzarse en la Labor “por encima de la razón”.
Por el contrario, cuando deja de lado la fe aunque sólo sea por un momento, cuando ésta se debilita por un instante, uno de inmediato cesa en la Torá y la Labor. Aquí no le ayuda el hecho de haber aceptado para sí la carga de la “fe por encima de la razón” un momento antes.
No obstante, cuando percibe dentro de su mente que esto es malo para él, y que pone en riesgo su vida, ya no necesita más argumentos ni razonamientos de por qué esto representa un peligro para él. Puesto que una vez ya había reconocido mentalmente que debía observar estas cosas respecto de las cuales la mente le dice cuáles son malas y cuáles son buenas, ahora obedece esa decisión.
Podemos ver la diferencia que existe entre lo que la mente necesita y lo que sólo la fe necesita; y cuál es la razón de que cuando algo está basado en la fe, debamos recordar constantemente la forma de la fe, o de lo contrario caeríamos del grado en el que nos encontremos a un estado de maldad. Estos estados pueden sucederse en un solo día. Uno puede caer de su propio grado varias veces en un mismo día, porque es imposible que la “fe por encima de la razón” no se detenga al menos por un momento durante el día.
Debemos saber que la razón de olvidar la fe se origina en el hecho de que la “fe por encima de la razón y de la mente” se contrapone a todos los deseos del cuerpo. Esto se debe a que los deseos del cuerpo vienen, por naturaleza, impresos en nosotros, y reciben el nombre de “el deseo de recibir”, ya sea en la mente o en el corazón. Por ende, el cuerpo siempre tiende hacia nuestra naturaleza. Sólo al aferrarse a la fe es que se tiene el poder de sobreponerse a los deseos corporales, y de elevarnos “por encima de la razón”; o sea, contra las razones del cuerpo.
Por lo tanto, antes de adquirir las vasijas de otorgamiento, que corresponden a la adhesión, la fe no puede ser encontrada en uno de forma permanente. Cuando la fe no brilla dentro de uno, ve que se encuentra en el estado más bajo posible; y todo esto le viene debido a su disparidad de forma, que radica en el mismo deseo de recibir. Esta separación le causa todas sus tribulaciones, destruye todas las estructuras y todos los esfuerzos que había invertido en la Labor.
Descubre que en el minuto en que pierde la fe, se encuentra en un estado peor que aquél en el que estaba cuando emprendió la senda del trabajo del otorgamiento. Así, uno llega a aborrecer la separación, porque inmediatamente empieza a sentir las tribulaciones en sí mismo y en el mundo entero. Se le vuelve difícil justificar Su (Divina) Providencia con respecto a las creaturas, y considerarla benevolente; y entonces siente que el mundo entero se ha oscurecido frente a sus ojos, y que ya no tiene nada de donde extraer alegría.
Por eso, cada vez que uno empieza a corregir el defecto de calumniar a la Divina Providencia, alcanza a sentir aversión hacia la separación. Y a través de esta aversión hacia la separación, alcanza el amor por la adhesión. Dicho de otro modo, en la misma medida que sufre durante la separación, se aproxima a la adhesión con el Creador. Del mismo modo, en la misma medida en que percibe que la oscuridad es mala, llega a sentir que la adhesión es buena. Entonces sabe cómo valorarla cuando recibe, por el momento, cierto grado de adhesión, pues ya ha aprendido a apreciarla.
Ahora podemos ver que todas las tribulaciones que existen en el mundo no son más que una preparación para los verdaderos tormentos. Éstas son las aflicciones que uno debe alcanzar, o no podrá obtener nada espiritual, ya que no puede haber Luz sin un Kli (heb: Vasija). Estos tormentos, los verdaderos tormentos, reciben el nombre de “condenación de la Providencia y la calumnia”. Por esto reza uno: para no calumniar a la (Divina) Providencia; y éstas son las tribulaciones que el Creador acepta. Éste es el sentido del dicho que dice que el Creador escucha la plegaria de cada boca.
La razón por la que el Creador responde a esas tribulaciones es que en ese momento uno no solicita ayuda para sus propias vasijas de recepción, pues podemos afirmar que si el Creador le garantizara todo lo que él desease, esto le alejaría más de Él a causa de la disparidad de forma que adquiriría en consecuencia. Sin embargo, sucede lo contrario: uno reclama fe, que el Creador le conceda la fuerza necesaria para prevalecer y ganar la equivalencia de forma, porque ve que si la fe no es permanente y deja de arder dentro de sí en algún momento, recaerá en las dudas y pensamientos ajenos acerca de la Divina Providencia.
Esto, en contrapartida, le trae a un estado llamado “maldad”, en el que condena al Creador. Entonces resulta que todas las aflicciones que siente se deben a que calumnia a la (Divina) Providencia. Siendo así, lo que le lastima es que allí donde debería haber respetado y alabado al Creador diciendo “Bendito sea Él que nos ha creado en Su Gloria”, siente que el comportamiento del mundo no encaja con Su Gloria, ya que todos se quejan y reclaman que primero debe manifestarse abiertamente la Divina Providencia para mostrar que el Creador dirige al mundo con benevolencia. Y como no está abiertamente manifiesto, dicen que esta Providencia no Lo glorifica, sino que lo martiriza.
Así, a través de las tribulaciones que uno siente, es forzado a difamar. Por eso, cuando le pide al Creador que le conceda el poder de la fe, y que le conceda benevolencia, no es porque quiera recibir placer y deleite por medio de esto, sino para no volver a difamar. Esto es lo que le causa dolor. Para sí, sólo desea creer “por encima de la razón” que el Creador dirige al mundo con benevolencia; y desea esta fe para asentar esta convicción en sus sensaciones como si fuera dentro de su mente.
Por lo tanto, cuando uno practica la Torá y las Mitzvot, no desea extraer la Luz de Dios para beneficio propio, sino porque ya no puede aguantar no poder justificar Su (Divina) Providencia, que es benevolente. Le duele profanar el nombre de Dios, cuyo nombre es “Benevolente”, pero respecto del cual su cuerpo insiste en lo contrario.
Esto es todo lo que le provoca dolor ya que al encontrarse en un estado de separación, no puede justificar Su dirección. Esto se considera “aborrecer el estado de separación”. Y cuando uno siente este sufrimiento, el Creador oye su plegaria, le acerca a Sí Mismo, y le recompensa con el Dvekut (heb: Adhesión). Esto se debe a que los dolores que sentía por causa de la separación, le llevaron a obtener la recompensa del Dvekut; y entonces se dice: “Como la preeminencia de la Luz sobre la oscuridad”.
Éste es el sentido de “el provecho de una tierra de toda manera”. Mediante “tierra” se refiere a la Creación; con “de toda manera” se refiere a que a través del beneficio, o sea, cuando uno ve la diferencia entre el estado de separación y el de Dvekut, se le concede Dvekut con lo “todo”, puesto que el Creador recibe el nombre de “la raíz de todo
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