Estoy encerrado en mi cascara, la cual me aparta del Creador, que está fuera. Soy un esclavo, no puedo escaparme por mis propios medios y salir. En cada momento actúa sobre mí una fuerza que, automáticamente, me devuelve a mí mismo, a mi centro egoísta. ¿Cómo puedo obligarme a prestar atención a lo que pasa ahí fuera para, así, comprender que “eso” también soy yo? Entender que “allí “estoy junto al Creador. “Allí” está mi realidad verdadera. “Allí” estoy fuera de mi “animal”. “Allí” está mi alma, fuera de este “yo” egoísta que ahora imagino como mi “yo” verdadero. Son dos fuerzas que actúan en la naturaleza. Debo arreglar todo de tal manera que la segunda fuerza (centrifuga) actúe sobre mí del mismo modo natural, instintivo e inevitable que la primera (centrípeta). ¡Que mi mente y mi corazón capten dicha fuerza y ésta me saque con vigor hacia fuera! ¡Que me obligue a pensar sobre otras personas y preocuparme por ellas! Necesito esto, porque de otro modo, no podré encontrar mi alma… A todo esto me ayuda la fuerza del grupo cabalístico. Sólo el grupo puede convencerme de salir de mi círculo y poner atención sobre lo que está “fuera de él”. Cuando cambio mi actitud de lo “interno” a lo “externo”, dejo de preocuparme de mi cuerpo y empiezo a preocuparme de mi alma. ¡Entiendo que esta realidad externa, que me parecía ajena e indiferente, esconde en sí misma mi verdadera realidad! Este círculo externo es más valioso para mí que el círculo interno, porque allí está mi alma eterna. Al contrario que el círculo interno, que es un animal que sólo vivirá unos 70 años. Pero la ocultación no me permite verlo. Cuando empiezo a entender esto, me pasmo: ¡qué broma me hace el Creador…!
(Extracto de la preparación a la lección, correspondiente al 01 de abril 2010).
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